una vez que una maquizcóati se cruzaba en tu camino, no quedaba de otra.
Tenías que ponerla en tu brazo y si la serpiente se acomodaba como si fuera un brazalete, el augurio era la muerte. Si no se acomodaba y se iba, no tenías nada que temer.
Alfredo López, Códice Florentino
materiales
acero inoxidable